Del federalismo revolucionario a la Unión Sudamericana


Por Gabriel Fernández


Para comprender aspectos de los desafíos presentes resulta de interés rastrear algunos elementos históricos que, con variantes, parecen proyectarse sobre tramos sucesivos del decurso argentino. No como un ensayo historiográfico de rasgos académicos, sino cual una evaluación de las perspectivas y el sentido de la Unión Sudamericana.


Rebanadas de Realidad - Question Latinoamérica, Buenos Aires, 04/09/05.- La debilidad de los sectores populares en nuestro país para imponer un modelo productivo superior al rentístico y al agroexportador puede identificar sus raíces en los albores, cuando resultó imposible plasmar el proyecto artiguista de parcelar las tierras y dejarlas en manos de los "mejores americanos".

Aquél federalismo revolucionario, asentado en una democracia que hoy podríamos llamar directa y en la necesidad de desplegar una producción agraria que prefigurara una industria, fue doblegado por los segmentos que se potenciaron en base a la intermediación comercial y, posteriormente, a la renta agraria latifundista.

Durante la segunda mitad del siglo XIX el pensador Juan Bautista Alberdi había advertido sobre una de las claves que impedían el desarrollo de una salida: los países latinoamericanos, señalaba, tienden a identificarse y a comerciar más intensamente con naciones europeas que con sus vecinos, lo cual debilita las perspectivas de crecimiento.

Varias corrientes del federalismo derivado de aquella derrota, en particular el urquicismo y más tarde el yrigoyenismo, dieron cuenta de las contradicciones surgidas de la ecuación entre franjas sociales que impulsaron opciones profundas y estructuras económicas que trabaron su pleno desarrollo.

Sobre mediados del siglo XX, el peronismo, heredero de ese potencial vivificado por la sustitución de importaciones generada en los años 30, logró superar parcialmente la disyuntiva instalando un modelo productivo y trascendente, con notables éxitos industriales, sociales, democráticos y culturales.

Como resultado de esa conjunción de dinamismo histórico y circunstancias coyunturales, ese espacio político lanzó su propuesta regional llamada ABC (Argentina, Brasil, Chile) destinada a profundizar lazos integrales con vistas a la continentalización.

Pero aquellos intereses rentísticos, pervivientes en la estructura agropecuaria, incentivados por los crecientes sectores financieros y ligados a las políticas del imperialismo, retomaron la iniciativa y desmontaron trabajosamente los proyectos populares con dos grandes embates sanguinarios: los golpes de 1955 y 1976.

Entre ellos, y después: idas y venidas, intentos tímidos de reverdecer las búsquedas colectivas y las acciones independientes, así como firmes oleadas -con determinante influencia mediática-de carácter liberal conservador destinadas a aplastar idearios y prácticas basados en la independencia, la justicia y la soberanía.

Es probable que los poderes locales, en particular el empresariado argentino, vuelvan a defeccionar en el tramo presente, cargado de esperanzas y anhelos populares. Sin embargo, esas trabas pueden superarse si, en lugar de construir un nuevo ciclo de aislamiento con respecto al Cono Sur y un nuevo intento de alineamiento con los poderes internacionales, el país da un salto tomando lo mejor de aquellas búsquedas pasadas.

La oportunidad es de interés; quizás sea la gran posibilidad abierta en este siglo XXI que no termina de definir un ordenamiento mundial. Los procesos populares desplegados en Venezuela, Brasil, Uruguay, más las crecientes conflictivas en Bolivia y Ecuador, entre otras zonas, permiten inferir que las perspectivas de un Gran Mercosur son vastas.

La ampliación de las referencias productivas en un mercado interno considerable, asentado en el hilván cultural y político que puede ofrecer una naciente Unión Sudamericana, favorecerá la resolución de aquellas -hasta ahora-insalvables contradicciones en que se ha debatido la Argentina.

Finalmente, vale considerar que los presuntos beneficios que las vertientes internas de carácter oligárquico auguran para un renovado acercamiento a los Estados Unidos pueden derivar en un fiasco de grandes proporciones. La aparente fortaleza de un imperio violento no aparece relacionada con los indicadores concretos que están a la vista de quien desee observar.

No son estos asuntos menores a la hora de definir el rumbo de todo un país. Acertar en el diagnóstico profundo puede permitir, con el tiempo, transformar esta zona del planeta en una verdadera Nación. Tarde, pero tarde, aunque al fin y al cabo, Artigas vuelve a asomarse y tiene cosas para decir.


Texto publicado en el número 11, Julio de 2005, de la Revista Question Latinoamérica.